Nuevas tecnologías y pornografía infantil: qué podemos hacer


Hace unos días os hablábamos en nuestras redes sociales de la implicación de la tecnología en el aumento de los intentos de suicidio, que se han incrementado en un 18% por este motivo. 

Sin duda, la irrupción de los niños y las niñas en las redes sociales a una temprana edad les hace vulnerables a sufrir situaciones de extorsión o ciberacoso, entre otras. 

Pero también el acceso que nos brinda internet a todo tipo de información, muchas veces de escasa fiabilidad y poco adecuada a la edad de desarrollo de los menores supone un grave problema en estos casos. 

Y no sólo con respecto al suicidio, hoy queremos hablaros de las nuevas tecnologías y el acceso a la pornografía.

La edad del primer contacto con contenido pornográfico ha disminuido significativamente de unos años a esta parte, siendo la edad media de inicio los 11 años (según información de la asociación “dale una vuelta” www.daleunavuelta.org

En muchas ocasiones, precisamente por la facilidad de acceder a todo tipo de información a través de la web, ese primer contacto

se produce de forma accidental. Este inicio inintencionado y precoz con material sexual inapropiado o que ofrece información sesgada y de escasa calidad, puede generar ideas erróneas o incluso ser una experiencia traumática para los y las menores porque, definitivamente, el sexo y la sexualidad no es eso que ven en la pornografía. 

Esta problemática nos concierne a todos como sociedad: escuela, familias, profesionales y el propio estado debemos unirnos para desarrollar un plan de acción respecto al uso de las tecnologías y el consumo de pornografía. 

Como punto de partida, desde Centro Acadia os hacemos las siguientes recomendaciones:

  1. Una mejor educación afectivo-sexual desde los centros educativos y desde casa.
  2. Una legislación más clara: Sabemos que legalmente un menor no puede disponer de un móvil en titularidad hasta los 14 años, y que la edad de inicio en las redes sociales se establece en los 13 años; pero debemos revisar estas normativas y concretar otras.
  3. Ser ejemplo: Como padres, madres y educadores debemos dar ejemplo de un uso responsable de la tecnología. Por ejemplo, no deberíamos dormir con el móvil en la habitación, utilizar dispositivos electrónicos durante las comidas, mantener conversaciones mientras miramos una pantalla, etc.
  4. Acompañamiento y supervisión del uso que hacen los menores de las tecnologías. No sólo nos referimos a programas de control parental, sino a estar presentes mientras se usan determinadas aplicaciones. 
  5. En relación a lo anterior, establecer puntos de acceso fijos (no móviles) en lugares comunes de la casa, por ejemplo en el salón. Dejar que se encierren en su cuarto con un dispositivo con acceso a la red aumenta las oportunidades de que accedan a contenido malicioso. A la vez, disminuyen las oportunidades de conversar con nuestros hijos e hijas sobre cualquier tema, deteriorando el vínculo madre/padres – hijo/a.

Las tecnologías no suponen un riesgo en sí mismo, pero sí el uso que hagamos de ellas.

“Cada aspecto de la tecnología humana tiene un lado oscuro,

incluyendo el arco y la flecha”

(Margaret Atwood)

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